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IPPSEJU

Sobre lo ocurrido en el día de ayer

Antes que nada, quiero agradecer a todos los que me escribieron y se preocuparon por mi situación. Estoy bien, con algunos chichones, eso sí, pero con mucha más preocupación. Lo que pasó ayer no se puede convertir en una costumbre, estamos ante un peligro real que debe ser tratado con las herramientas que nos brinda la democracia.

Matías Molle
Diputado Provincial por el Frente de Todos
Director de IPPSEJU


Hablemos del operativo policial

Hablemos del operativo policial. ¿Cuál fue su objetivo real? ¿Proteger a los vecinos? Quienes estuvimos ahí sabemos muy bien que esto no era cierto. Primero, porque la seguridad de los vecinos de Recoleta no estaba en peligro. En todos estos días en que cientos de argentinos manifestaron su amor a Cristina Kirchner frente a su casa, nada sucedió. Sí cantaron, gritaron, festejaron estar juntos. ¿Resulta inseguro eso? ¿Para quién?

El operativo, en términos concretos, nunca estuvo armado para proteger nada ni nadie. Al contrario: su objetivo real fue siempre la provocación y la represión. Si no, no se explica la falta de coordinación, de agentes responsables dispuestos a dialogar con los referentes políticos que nos acercamos para tratar de que todo saliera de la mejor manera. Si todo se puede hacer en paz y armonía, ¿por qué no prepararon un operativo de carácter preventivo? Uno en donde el diálogo fuera la herramienta para destrabar cualquier conflicto. Claramente no había voluntad de gestionar la conflictividad, más bien todo lo contrario: provocarla, azuzarla, potenciarla. Y televizarla.

El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, su jefe Larreta, o cualquiera de sus funcionarios, pueden contar la historia de mil maneras, mostrar las imágenes que ellos quieran, armar conferencias de prensa, etc., y “reperfilar” el discurso para donde les convenga. Pero déjenme decirles algo: la saña con la que su Policía “profesional” ejerce la violencia no nace de un repollo. Ayer me quedó muy claro eso. Hay un adoctrinamiento para que esa reacción sea la primera que los agentes desplieguen. Fue automática. De nuevo: hay muchas formas para gestionar la conflictividad. Y, para eso, una instancia de análisis del contexto es fundamental. Pero nada de eso hubo. La violencia, siempre desproporcionada, fue la única respuesta que tuvieron para ofrecer.

Y no quiero dejar pasar un punto sobre el que deberíamos pensar y trabajar. Algo que me llamó mucho la atención fue que los más violentos fueron los policías más jóvenes. Los más violentos, los que menos consecuencias, evidentemente, creían que su accionar podía tener. Son estos jóvenes, hombres y mujeres, los que están conformando estas nuevas policías. Jóvenes nacidos en democracia que, difícilmente, tengan en su preparación una visión histórica sobre las consecuencias de la violencia estatal.

Mientras recibía los golpes, primero con palos y después, ya en el suelo, con patadas y trompadas, aún en esa locura traté de explicarles que era diputado (estaba intentando ayudar a un compañero al que estaban esposando con dificultades para respirar), pero las respuestas eran “me chupa un huevo”, “tomá hijo de puta”, y varios etcéteras.

Si no tienen ninguna instancia para discernir lo que corresponde hacer, más que responder con violencia, incluso cuando saben (porque yo se los estaba advirtiendo), que no lo podían hacer, entonces no queda otra que pensar que esa es la única forma que les han enseñado para desplegar. Y aquí es a donde quería llegar. Porque esta es mi mayor preocupación. No hay, en este tipo de fuerzas policíacas, ninguna preparación para cuidar, prevenir o gestionar los conflictos. Hay reacción desproporcionada, sin importar quién está en frente. No hay control. Y esto es un peligro que no podemos dejar pasar.

A esta altura ya están circulando los videos y audios en donde la Policía de la Ciudad dice que “Larroque no tiene fueros” (igual, por experiencia les digo, eso poco les importa), el gobernador Axel Kicillof “es un manifestante más” (lo que implica: hagan lo que saben hacer) y los golpes recibidos por el diputado nacional Máximo Kirchner, más toda la barrabasada de cosas que le decían. Como dije: no hay capacidad para analizar la situación, no hay control, no hay profesionales conduciendo, sólo hay violencia desproporcionada.

Hoy nos encontramos en un momento histórico particular. Desde ciertos grupos de poder, se está llevando adelante un proceso de flexibilización judicial (por ponerlo en términos decorosos). Un proceso en el que están tomando a la Constitución Nacional, los Convenios Internacionales y el resto del cuerpo normativo, y lo están doblegando de tal manera, lo están torturando de tal forma, que es evidente que sólo hay un objetivo: que diga lo que ellos quieren escuchar. ¿Somos conscientes de lo que esto implica? Hay límites que no se pueden cruzar. Nuestra historia tiene ejemplos por demás. Debemos ser conscientes de lo que está ocurriendo. No se trata de nombre propios (más allá de lo que piense personalmente por quien considero una de las personas que más ha trabajado por fortalecer la democracia, junto a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, como es Cristina Kirchner). Como ella ha dicho, no se trata de Cristina, vienen por todo.

Que este proceso de disciplinamiento y flexibilización judicial (en el sentido en que le están haciendo decir cosas que las leyes no dicen), esté acompañado por fuerzas policiales desprofesionalizadas, que frente a distintos tipos de situaciones sólo tienen una única forma de responder, a saber, una violencia desproporcionada, nos debe alertar como ciudadanos, es una alarma que no podemos dejar pasar, sin importar nuestras simpatías políticas.

Espero que seamos lo suficientemente maduros como para comprender que, una vez que los límites se cruzan, ya no importa cuál es el color de tu bandera, ya no importa qué es lo que pensás sobre determinada cuestión, porque tarde o temprano, también van a ir por vos. Defendamos la democracia, nos costó mucho conseguirla.

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